Desde los últimos años del siglo XX se está observado que la pirámide de población se está invirtiendo, aumentando cada vez más el escalón de mayores de 65 años y disminuyendo el de recién nacidos. El Instituto Nacional de Estadística (INE) es concluyente: en 2052 habrá un 10% menos de habitantes y el 37% será mayor de 64 años.
Debido al aumento del número de personas que llegan a una edad avanzada, adquieren mayor importancia el mantenimiento de un buen estado de salud y la mejora de la calidad de vida. Y en este sentido, una alimentación adecuada, junto a la correcta asistencia sanitaria, son factores determinantes que contribuyen no solo a prolongar la expectativa de vida, sino a que los años se vivan con mejor salud, mayor autonomía y menor incapacidad.
La mayoría de los países desarrollados han aceptado la denominación de persona mayor, adulto mayor, edad avanzada o tercera edad a la etapa de la vida que empieza alrededor de los 65 años, aunque corresponde a un segmento poblacional muy heterogéneo y desigual. En este ciclo se encuentran desde personas autónomas muy activas hasta personas mayores con incapacidad y dependencia severa.
Este colectivo es el de mayor crecimiento en el mundo desarrollado. En las últimas décadas, la mejora de las condiciones socioeconómicas en la mayor parte de los países occidentales ha contribuido a una mejor calidad de vida y, en consecuencia, a una mayor esperanza de vida. Supone alrededor del 17,5% de la población total y se estima que el año 2030 los mayores constituirán el 21% de la población.
1. Cambios fisiológicos que acontecen en la edad avanzada.
Una alimentación completa y equilibrada es fundamental para mantener la salud y prevenir la enfermedad, pero para que sea eficaz ésta debe cubrir las necesidades propias de cada uno. Para poder ajustarla a los requerimientos específicos de las personas mayores, es necesario conocer qué factores determinan su estado nutricional.
Se considera vejez cuando el 60% de los cambios debido a la edad biológica se manifiestan:
- Cambios en la composición corporal.
La principal característica del envejecimiento es la pérdida progresiva de masa corporal magra.
Disminuye el tejido muscular y, en cambio, suele aumentar el tejido adiposo. Además, se produce un cambio en la distribución de la grasa, de manera que ésta tiende a depositarse en la zona abdominal, alrededor de las vísceras, disminuyendo la grasa subcutánea. La reducción de masa muscular conlleva una disminución de la tasa del metabolismo basal.
Por otra parte, el descenso de la actividad física frecuente en la ancianidad también conduce a una disminución del gasto energético del organismo. Por tanto, la dieta de la persona mayor debe aportar algo menos de energía para evitar situaciones de sobrepeso.
Por su parte, el sistema óseo también se altera. Se produce una disminución de la masa ósea a causa de la desmineralización, por cambios en el metabolismo óseo, por alteraciones endocrinas y por la absorción deficiente o ingesta inadecuada de calcio, especialmente en las mujeres, lo que conlleva a un mayor riesgo de osteoporosis y, en consecuencia, de fractura, principalmente de cadera con la consiguiente pérdida de independencia.
El metabolismo basal disminuye entre el 10 y el 20%, debido a la menor masa muscular.
El paso de los años también conlleva que todas las reacciones que forman parte del metabolismo se ralenticen. Entre todos los cambios metabólicos que se producen destaca la disminución de la tolerancia a la glucosa, lo que puede dar lugar al aumento de la glucemia. La intolerancia a la lactosa es bastante frecuente por la disminución de la actividad de la lactasa.
En cuanto al metabolismo del calcio hay que resaltar que, con la edad, se pierde la capacidad de aumentar la absorción intestinal cuando la ingesta de éste es deficitaria.
- Cambios en el aparato digestivo.
En esta etapa de la vida disminuye la secreción salivar, a la vez que ésta es más viscosa y espesa, lo que hace más difícil la masticación y deglución que, junto con la falta de piezas bucales (muy frecuente) y que también los ancianos perciben aromas y sabores de forma diferente -ya que sus papilas gustativas cambian-, hace que la persona tienda a prescindir de ciertos alimentos básicos (por ejemplo, las carnes), de manera que empobrece su dieta para evitar las molestias digestivas que conlleva comerlos.
Además, se produce una disminución gradual de la cantidad y calidad de las secreciones digestivas, lo que entorpece el proceso digestivo. Este hecho, junto a que también se atrofia la mucosa intestinal, conduce a una peor absorción y, por tanto, a un menor aprovechamiento de ciertos nutrientes, especialmente proteínas, vitaminas y minerales.
Otro de los trastornos que con frecuencia afecta a la persona de edad avanzada es el estreñimiento, motivado principalmente por la disminución de la motilidad intestinal. Además, en muchas ocasiones, esta situación se agrava por la falta de una rutina de ejercicio físico y la cantidad insuficiente de fibra que presenta la dieta.
- Cambios en la función renal y cardiovascular
La filtración glomerular es un 50% menor, así que los balances nitogenados, hídricos y electrolitos pueden verse afectados, por lo que la capacidad de eliminar sustancias de deshecho puede estar limitada.
Destacan la hipertrofia cardiaca y pérdida de elasticidad de los vasos sanguíneos que contribuye a la hipertensión arterial.
Aumenta también con la edad el colesterol.
2. Factores psicosociales que condicionan el estado nutricional
Lamentablemente, la soledad y la depresión son dos factores psicosociales muy frecuentes en la vida de las personas mayores, con el agravante de que ambos van a condicionar de forma muy negativa el estado nutricional del anciano.
Mantener una dieta adecuada en situaciones de aislamiento social es muy difícil, ya que cocinar para uno, comer solo… produce sensación de desánimo y tristeza, lo que lleva a abandonar el interés por el cuidado personal y por la alimentación.
3. Recomendaciones nutricionales para las personas mayores
Una adecuada alimentación y la práctica regular de actividad física son dos pilares fundamentales para mantener un buen estado de salud en toda la población, pero muy especialmente para este grupo de edad, ya que la combinación de estos factores es clave para aumentar la supervivencia con autonomía y una buena calidad de vida.
Básicamente, la dieta en la tercera edad debe ser variada, equilibrada, completa y suficiente. Es recomendable que la comida sea agradable al paladar y que se distribuya en 5 o 6 tomas durante todo el día, fundamentalmente en quienes muestran inapetencia.
En cuanto a las recomendaciones alimentarias, éstas no difieren mucho de las que se sugieren para la población adulta en general. Pero, en función de los cambios que se vayan manifestando en el individuo, es conveniente ir ajustando la dieta con las modificaciones necesarias para adaptarla a la nueva situación de la persona, pero siempre respetando sus gustos y costumbres.
Los aspectos nutricionales más importantes relacionados con esta etapa de la vida se detallan a continuación:
Dado que en la vejez disminuye la tasa del metabolismo basal, así como la actividad física, la necesidad energética es menor. Se considera que, a partir de los 60 años de edad, las necesidades energéticas disminuyen un 5% cada década (entre 300 y 600 kcal).
Se estima que el requerimiento energético para varones mayores entre 60 y 70 años se encuentra alrededor de las 2.400 kcal y en mujeres de 1.950 kcal. Hay que tener en cuenta que las dietas con un valor calórico inferior a 1.500 kcal podrían conducir a deficiencias nutricionales, por lo que es fundamental la elección adecuada de los alimentos integrantes de la dieta. Estos deben contener una alta densidad nutricional para facilitar que queden cubiertas, tanto las necesidades energéticas como las nutricionales.
- Requerimiento de proteínas
El envejecimiento conlleva una disminución de la masa magra. Sin embargo, los requerimientos de proteínas de las personas de edad avanzada son similares a los de la población adulta, de 0,8 a 1 g/kg/día. Se recomienda que las proteínas de la dieta supongan entre el 10 y el 15% de las calorías totales.
Sin embargo, en situaciones de estrés quirúrgico, inmovilidad, enfermedad crónica, infecciones, así como alteraciones gastrointestinales que reducen el aprovechamiento del aporte proteico, pueden necesitarse entre 1,2 y 1,5 g /kg/día , para mantener un balance nitrogenado adecuado.
En cambio, en el caso de alteraciones hepáticas o renales, la ingesta de proteínas debe ser menor, para ajustarla a la capacidad metabólica del hígado o del riñón.
Se aconseja que las proteínas de la dieta sean de alto valor biológico para asegurar el aporte de todos los aminoácidos esenciales y que el 60% de ellas sean de origen animal (carnes y pescados, huevos y lácteos) y el restante 40%, de origen vegetal (legumbres y frutos secos).
- Requerimiento de hidratos de carbono
Se recomienda que un 50-60% de la ingesta energética para las personas mayores provenga de los hidratos de carbono. Los más adecuados son los complejos (presentes en cereales, legumbres, hortalizas y verduras). Los carbohidratos simples deben limitarse al 10%.
Las dietas hipocalóricas o los periodos de ayuno en personas mayores pueden favorecer la aparición de trastornos metabólicos importantes como son la lipolisis, la producción de cuerpos cetónicos, el catabolismo proteico y la pérdida de sodio, potasio y líquidos.
No existen unas recomendaciones específicas para las personas de edad avanzada y se considera que dicho aporte no debe ser inferior al 30% del total calórico.
Al igual que en el resto de la población, en personas mayores se debe fomentar el consumo de grasas saludables para prevenir enfermedades crónicas. Se recomienda que el porcentaje graso esté entre el 25 y 35% del valor calórico de la dieta para la población adulta. La calidad de la grasa es también un factor muy importante de manera que se recomienda limitar la ingesta de ácidos grasos saturados y aumentar la de los ácidos grasos insaturados, sobre todo, y la de los poliinsaturados de la familia omega 3, para evitar posibles déficits. Del mismo modo, es conveniente utilizar aceite de oliva virgen, rico en ácido oleico, vitamina E y otras sustancias antioxidantes, tanto para cocinar como para aderezar los platos.
La fibra dietética es fundamental para asegurar una óptima función gastrointestinal. El consumo de fibra junto con una ingesta hídrica adecuada previene el estreñimiento, favorece un mejor control de la glucemia y del colesterol y reduce el riesgo de aparición de algunas neoplasias.
Sin embargo, en esta etapa de la vida se debe recomendar la ingesta de este componente con mucha precaución, de manera que la cantidad aportada debe ser suficiente para evitar el estreñimiento, pero no debe ser excesiva para no obstaculizar la absorción intestinal de otros nutrientes esenciales como las vitaminas y minerales.
La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomienda tomar en este grupo de población 25 g/día.
- Requerimiento de vitaminas
Las personas de edad avanzada son más vulnerables a presentar deficiencias vitamínicas, bien por la ingesta insuficiente a través de la dieta, bien por la disminución de los depósitos corporales o por el hecho de que los cambios funcionales que acontecen en el sistema digestivo limitan su absorción.
Aunque los requerimientos de vitaminas son los mismos que para la población adulta, en ciertos casos puede ser necesario un incremento de vitamina D (porque muchas personas mayores no se exponen al sol), vitamina B12, B6 y ácido fólico, porque su déficit induce la aparición de enfermedades coronarias, cerebrovasculares y demencia.
En este colectivo hay que prestar también atención a las antioxidantes E y C para preservar el buen funcionamiento del sistema inmunitario.
- Requerimiento de minerales
Respecto a los minerales, las recomendaciones son también semejantes a las de la población adulta, aunque hay que prestar especial atención a algunos minerales, como el calcio, el hierro y el zinc, porque su déficit es muy frecuente en este grupo de población.
La absorción del calcio disminuye significativamente con la edad, por lo que si no se asegura el aporte adecuado mediante la dieta, habrá que añadir un suplemento siempre acompañado de vitamina D3. La deficiencia de calcio está asociada a un mayor riesgo de osteoporosis. Los productos lácteos son las mejores fuentes de calcio de la dieta.
En el caso del hierro, su déficit también es frecuente. Sin embargo, esta carencia normalmente no se debe a un bajo aporte dietético, sino que suele ser la consecuencia de pérdidas sanguíneas que tienen lugar a través del tracto gastrointestinal (enfermedades inflamatorias, digestivas, etc.) o la administración continuada de antiácidos. Debemos asegurar su aporte más a través de la ingesta diaria de alimentos ricos en hierro (sobre todo carne, huevos o pescado) que por medio de suplementos.
Y en cuanto a la deficiencia de zinc, suele producirse cuando la dieta es demasiado restrictiva. Nutriente antioxidante, su carencia se asocia a una disminución de la inmunidad, de la cicatrización de heridas y de la capacidad gustativa y de la degeneración macular.
El selenio también es antioxidante y su déficit se relaciona con el riesgo de padecer enfermedades coronarias, algunas neoplasias e inmunosupresión.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la hipertensión, que es una alteración muy común en la tercera edad, está asociada al exceso de sodio de la dieta, entre otros.
Por tanto, es recomendable que la dieta para este grupo de edad sea baja en sodio.
Una buena hidratación es fundamental en todas las edades, pero en la que nos ocupa se producen algunos cambios fisiológicos que conducen a que exista un mayor riesgo de deshidratación. Por tanto, es de vital importancia asegurar el aporte hídrico correcto en las personas mayores (1,5 litros de agua diarios).
Como este grupo poblacional también suele tener alterado el mecanismo que regula la sed, muchas veces no sienten la necesidad, por lo que es importante recurrir a estrategias fáciles y asequibles que sirvan para recordar al anciano que debe beber, en especial si hace calor.
4. Consejos para la prevención de los déficits nutricionales.
- Variar lo máximo posible los menús y cuidar la presentación
- Cortar fino o triturar los alimentos de difícil manejo o masticación en forma de hamburguesas, verdura en juliana, macedonia de fruta, etc.
- Potenciar el aporte de fibra para evitar el estreñimiento.
- Fraccionar las comidas en tres tomas principales y entre ellas comer leche, fruta o yogur (se fuerza menos la función digestiva).
- Procurar que que no coman solos y que las comidas se realicen en un ambiente agradable y relajado.
- Tomarse el tiempo suficiente para comer con tranquilidad (el estrés disminuye la motilidad y las secreciones intestinales).
- No someterles a restricciones innecesarias (un vasito de vino en las comidas favorece el apetito).
- Utilizar un servicio de mesa apropiado (platos, cuchillos, etc. adecuados), ya que pueden tener dificultades para su manejo.
- Conviene fomentar el ejercicio físico (aumenta el gasto calórico, la mejor conservación de la masa magra y la densidad ósea).
- Siempre que sea posible, hay que procurar que siga controlando su propia vida y que se mantengan integrados en su grupo social.