Ya hace muchos años que, en nuestro país, hay un envejecimiento progresivo de la población debido, sobre todo, al aumento de la esperanza de vida y a la disminución de los nacimientos. Esto hace que, si la tendencia no varía -que no es muy probable-, en 2050, la población mayor de 65 años superará el 30%. Sin embargo, una cosa es ser anciano y la otra, muy distinta, frágil.
Fragilidad en adultos mayores
Son muchos los factores de riesgo que pueden hacer que una persona de edad avanzada sea frágil: aspectos médicos (pluripatología, polifarmacia, reingresos en hospital, déficit sensoriales y cognitivos, caídas o enfermedades como depresión o ansiedad); dependencia para llevar a cabo las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) (autocuidado, movilidad, capacidad de entender y ejecutar tareas sencillas, que confieren autonomía e independencia: comer, controlar esfínteres, vestirse, asearse, trasladarse, etc.) o para las actividades instrumentales (AIVD) (actividades más complejas y que requieren de mayor nivel de autonomía personal, como la capacidad de tomar decisiones y la resolución de problemas); tener más de 80 años y un soporte social deficitario.
Xue et al. (2008) definieron el síndrome clínico de fragilidad y consideraron que se definía con tres o más de los criterios que, a modo de resumen, se citan a continuación:
-Pérdida de peso no intencional de 5 o más kilos en un año (o del 5% del peso total): es el que mayor importancia supone y el predictor más importante.
-Debilidad muscular.
-Cansancio o baja resistencia a pequeños esfuerzos.
-Lentitud de la marcha.
-Nivel bajo de actividad física.
Malnutrición del anciano institucionalizado
La realidad es que la malnutrición es un problema muy grave entre los ancianos, estén institucionalizados o no. Y lo cierto es que mantener un adecuado estado de nutrición y estilo de vida, además de reducir la susceptibilidad a algunas de las patologías más habituales y sus consecuencias, contribuye en su recuperación y aumenta su supervivencia y su calidad de vida. Por ello, los expertos insisten en la importancia de conseguir un buen estado nutricional para prevenir las distintas enfermedades que hacen mella en este grupo de población.
De hecho, como citan Cánovas et al. en el artículo Prevención de la fragilidad: aspectos nutricionales, la malnutrición es un síndrome geriátrico muy prevalente que se asocia a limitación de calidad de vida, incremento de morbilidad, institucionalización y hospitalización con alargamiento de la estancia, mayor número de ingresos y de mortalidad y también se ha relacionado con un riesgo aumentado de desarrollar úlceras por presión, las caídas y a pérdida de funcionalidad.
Para detectar la presencia de desnutrición como el riesgo de desnutrición crónica de los adultos mayores en el ámbito domiciliario, hospitales o residencia de mayores, hay muchos instrumentos pero, quizás, el que más se utiliza es el Mini Nutricional Assessment (MNA). Es rápido, fiable y económico, se puede utilizar tanto en el momento de ingreso como en la monitorización de la evolución y es buen predictor de la estancia hospitalaria y la mortalidad.
Requerimientos nutricionales para mayores
A partir de los 60 años, las necesidades calóricas disminuyen un 10% cada 10 años, ya que el gasto basal y la actividad física se reducen también. No obstante, hay cambios en determinados nutrientes, como citaba Mercè Planas, coordinadora de la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona en esta entrevista: hay un pequeño aumento de las necesidades proteicas (de 1 a 1,2 g/kg/día) y también los requerimientos de vitamina B1, vitamina B12, folato, vitamina C, vitamina D y calcio.
A menudo, el aporte proteínico en la dieta de los mayores es insuficiente. Las recomendaciones actuales son de mínimo 1 gramo/kg de peso/dí,a pero algunos especialistas aumentan la cifra en 1,5 gramos. Este aporte debe ser, además, entre el 12% y el 17% de las calorías totales de la dieta. Ello supondría que en cada comida se debería ingerir entre 20-25 gramos de proteína.
Si estas cantidades no se pueden cumplir, siempre queda echar mano de los suplementos dietéticos. En la revisión Suplementos energéticos y proteicos para personas de edad avanzada en riesgo de desnutrición de la Biblioteca Cochrane Plus (2010), los autores concluyeron que la administración de suplementos produce un aumento de peso pequeño pero constante en las personas de edad avanzada y que podría reducir la mortalidad en las personas de edad avanzada con desnutrición. También encontraron, con los estudios analizados, que podrían tener un efecto beneficioso sobre las complicaciones, pero esta afirmación necesita ser confirmada con más estudios. Sin embargo, los autores no encontraron pruebas concluyentes de que estos suplementos aportaran una mejoría en el beneficio funcional o una reducción en la duración de la estancia hospitalaria con la administración de suplementos.
BIBLIOGRAFIA:
*Xue QL, Bandeen-Roche K, Varadhan R, Zhou J, Fried LP. Initial manifestations of frailty criteria and development of frailty phenotype in the Women’s health and Aging Study II. J Gerontol A Biol Sci Med Sci.2008; 63A: 984-90.
*Arbonés G, Carbajal A, Gonzalvo B, Gonzáles-Gross M, Joyanes M, Marques-Lopes I, et al. Nutrición y recomendaciones dietéticas para personas mayores. Nutr Hosp. 2003; 18 (3):109-37
*Anne C Milne, Jan Potter, Angela Vivanti, Alison Avenell. Suplementos energéticos y proteicos para personas de edad avanzada en riesgo de desnutrición (Revision Cochrane traducida). En: Biblioteca Cochrane Plus 2009 Número 3. Oxford: Update Software Ltd. Disponible en: http://www.update-software.com.