A pesar de que en verano parece que es más fácil seguir una dieta adecuada, por la cantidad de combinaciones que se pueden hacer con ensaladas y frutas que anima a esforzarse a mantener la línea, en realidad es sencillo sucumbir a la tentación de comidas alejadas del perfil nutricional adecuado. En estas fechas, la oferta en multitud de establecimientos de comida es, a la par que sugestiva, poco saludable: tapas de gran contenido calórico, platos con abundantes alimentos fritos, snacks o aperitivos salados, refrescos y helados, y un largo etcétera. Además, el cambio de rutinas y horarios invita a salir y comer fuera de casa o quedar con amigos para picar algo entre horas. Los resultados suelen ser algunos kilos de más cuando se acaba el verano. Pero no solo eso: este tipo de alimentación puede pasar factura a los niveles de colesterol, un factor de riesgo cardiovascular nada menospreciable.
Se estima que uno de cada dos adultos en España presenta hipercolesterolemia, y lo peor es que solo la mitad conocen esta condición. De todos, el 42% toma fármacos para reducir el colesterol y, de ellos, solo la mitad consigue controlar su colesterol (1). Si a este escenario se le suma que el 62% de la población padece sobrepeso y el 33% de los adultos hipertensión (y solo el 20% controla las cifras de tensión arterial), no es difícil suponer que en cuestión de salud cardiovascular se está ante un panorama poco alentador.
Desde la Fundación Española del Corazón advierten, además,d que cuando una persona sufre diabetes o hipertensión o es fumador, hay más facilidad para que las moléculas de colesterol de baja densidad (LDL o colesterol malo) se fijen en la pared interior de las arterias, aun incluso con niveles bajos, y, por ello, es importante mantenerlo a raya. Cuando con una pauta adecuada de alimentación –basada en la ingesta de verduras, legumbres, hortalizas, frutas y más pescado que carne y en la limitación de las grasas trans, entre otras- junto con ejercicio físico diario, no se alcanza el control esperado, se recurre a los fármacos. Estos están diseñados bien para evitar que el hígado sintetice demasiado colesterol o bien para disminuir la absorción de colesterol exógeno. Eso sí, siempre hay que tomarlos bajo prescripción médica.
Colesterol: dónde está el peligro
Para ser precavidos y evitar que las vacaciones desestabilicen los niveles de colesterol en sangre, sobre todo en quienes conviven con este factor de riesgo cardiovascular, hay que identificar qué hábitos en alimentación pueden ser perjudiciales.
Uno de ellos es el picoteo, más típico durante los largos días de la época estival, que invitan a sentarse en cualquier terraza y tomar algo: una bolsa de patatas fritas, unos calamares rebozados, unas patatas bravas, unos tacos de queso, una lata de refresco, un bollo o unos cortes de embutido, todos ellos productos ricos en grasas (saturadas), azúcares y sal.
También estos días triunfan los helados, que se acostumbra a relegarlos de forma habitual a la fruta como postre o para acompañar los paseos al atardecer. Sin embargo, si están elaborados con nata –son cremosos- contienen una cantidad nada despreciable de calorías, grasas saturadas y colesterol. Una opción más ligera, aunque no es poca la cantidad de azúcar que contienen, son los polos, los sorbetes sin alcohol o la horchata, entre otras.
Si se está en establecimientos que disponen de buffet libre, hay que ser cuidadoso con los desayunos que ofrecen, ya sea dulce (bollería) como salado (huevo frito, bacón, embutido, queso, etc.), y no sucumbir a la tentación de tomar cada día un desayuno hipercalórico. Aunque puede hacerse un día sin más, lo mejor es optar por los cereales, el queso fresco o el yogur desnatado y la fruta fresca de temporada.
Las comidas tipo picnic en la montaña y en la playa, si son frecuentes en estos días, también pueden desestabilizar los niveles de colesterol en aquellas personas que, de forma habitual, viven con cifras altas de colesterol plasmático. Los productos más habituales en estas comidas al aire libre son bocadillos con embutidos y quesos, ensaladillas untadas de mayonesa u otras salsas grasas parecidas. De igual manera ocurre con las barbacoas y su chorizo, chistorras, morcillas, costillas… una abundancia de grasa y colesterol no apta para personas con hipercolesterolemia. Pero ello no significa quedarse totalmente al margen, sino optar por alimentos más saludables como pollo sin piel, conejo adobado o, incluso, algún tipo de pescado apto para cocinar a la parrilla o verduras, como patatas, calabacines, espárragos, berenjenas o champiñones, entre otras alternativas.
BIBLIOGRAFÍA:
1. Rodríguez-Artalejo F, Graciani A, Guallar-Castillón P, León-Muñoz LM, Zuluaga MC, López-García E, et al. Justificación y métodos del estudio sobre nutrición y riesgo cardiovascular en España (ENRICA). Rev Esp Cardiol. 2011; 64 (19): 876-82.